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Estás en el medio del océano. Te sacuden grandes olas que te sumergen, te izan, te zarandean. Todo el mar parece querer entrar por tu garganta. Temes por tu final.
Pero te aferras al salvavidas de la esperanza, confías en la posibilidad de salvarte y te conviertes en agua, te mimetizas con esa inmensidad y ya no temes nada. Eres uno con todo lo que te rodea y el mar ahora no te golpea; simplemente te envuelve, te abraza y flotas con tus ojos cerrados.
Has conseguido olvidar tus temores y asumir que eres capaz de vencer el miedo.
Flota, confía, respira.
Namasté.